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10 de marzo de 2012

Miguel Hernández

Poeta de la voluntad y de la intensidad.

Pocos autores como Miguel Hernández habrán tenido que realizar un esfuerzo tan titánico para dedicarse a su vocación. Inasequible al desaliento volcó en sus versos la intensidad de su vida. Viendo el mini-documental, es fácil deducir por qué dijo de sí mismo que había nacido para el luto.

Su imagen más conocida, este retrato que Buero Vallejo le hace mientras ambos permanecen en la prisión de Torrijos.

Entre sus poemas más conocidos, por lo menos para los que tenemos unos cuantos años en la mochila, aquellas que Serrat cantó, allá por los años 70 del siglo pasado, como las "Nanas de la cebolla" y que ahora canta  con Sabina.

Y tal vez convenga recordar, uno de sus últimos poemas, incluido en su Cancionero y romancero de ausencias:


Tristes guerras


si no es amor la empresa.


Tristes, tristes.


Tristes armas


si no son las palabras.


Tristes, tristes.


Tristes hombres


si no mueren de amores.


Tristes, tristes.




 
 










 



 

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