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24 de abril de 2012

Y llegamos a la última estación

Esta va a ser vuestra última estación en el viaje literario que os habéis visto obligados a realizar durante este curso. Confío en que sea el inicio de otro más fructífero y duradero, tal vez más placentero, que os conduzca como a vagabundos de un título a otro de forma azarosa, caprichosa, sin los apremios de tiempo con que habéis tenido que enfrentaros a los autores y sus obras.

Y de cara a ese próximo deambular, nada mejor que terminar el curso con la novela hispanoamericana. Si por algún lugar se puede empezar a leer es por este.

Si a principios del siglo XX la novela hispanoamericana se ajustaba a moldes realistas y naturalistas, a mediados de los años 40, inicia un proceso de renovación tan arrollador, que en las décadas siguientes novelas hispanoamericanas inundarán las librerías de medio mundo. ¿El secreto? La combinación de lo propio (lo netamente americano) con lo universal (el surrealismo, la angustia existencial...) y la búsqueda de la libertad expresiva... El uso de un lenguaje al margen de la norma académica.

Autores responsables de ese cambio... ¡Qué difícil escoger a unos cuantos dejando sin mencionar a los demás! Pero, atrevámonos. Para empezar, pongámosle cara a Borges, el bibliotecario ciego...
Jorge Luis Borges

 A Cortázar, cuya voz habremos escuchado en algún anuncio de coche, el autor que nos invitó a convertir la lectura en juego con su Rayuela... A García Márquez, con su Macondo imaginario a la vez que real, donde mil cosas imaginarías pueden suceder...
Gabriel García Márquez
Julio Cortázar



Y a Vargas Llosa, con el que podemos estar más familiarizados tras  su reciente Nobel.

Mario Vargas Llosa



Y puestos a mencionar novelas destacadas, aún a riesgo de pecar de imprudente, he aquí unas cuantas:

Pedro Páramo
Rayuela

Cien años de soledad


Conversación en La Catedral 

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